Palabras del Papa Francisco en la reunión pre-sinodal de los jóvenes

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REUNIÓN PRE-SINODAL DE LOS JÓVENES EN EL
PONTIFICIO COLEGIO INTERNACIONAL "MARIA MATER ECCLESIAE"

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Lunes, 19 de marzo de 2018

 

Queridos jóvenes, ¡buenos días!

¡Saludos a todos los 15 340! Esperemos que mañana sean más en esta nuestra intervención para hacer salir lo que cada uno de vosotros y de nosotros tenemos en el corazón. Hablar con valentía. Sin vergüenza, no. Aquí la vergüenza se deja detrás de la puerta. Se habla con valentía: lo que siento lo digo y si alguno se siente ofendido, pido perdón y voy adelante. Vosotros sabéis hablar así. Pero es necesario escuchar con humildad. Si habla el que no me gusta, debo escuchar más, porque cada uno tiene el derecho de ser escuchado, como cada uno tiene el derecho de hablar. Gracias por haber aceptado la invitación de venir aquí. Algunos de vosotros habéis tenido que hacer un largo viaje. Otros, en vez de ir a dormir —porque es hora de ir a dormir donde ellos están— están conectados con vosotros. Pasarán la noche escuchando. Venís de tantas partes del mundo y lleváis con vosotros una gran variedad de pueblos, culturas y también religiones: no sois todos católicos y cristianos, ni tampoco todos creyentes, pero están ciertamente todos animados por el deseo de dar lo mejor de vosotros. Y yo no tengo dudas de esto. Saludo también a ellos que se conectarán, y que ya lo han hecho: ¡gracias por vuestra contribución!

Quiero dar las gracias de forma especial a la Secretaría del Sínodo, al cardenal secretario, al arzobispo secretario y a todos, todos los que trabajan en la Secretaría del Sínodo. Han trabajado duro para esto y han tenido una capacidad de inventar cosas y creatividad muy grandes. Muchas gracias, cardenal Baldisseri, y a todos vuestros colaboradores .

Estáis invitados porque vuestra aportación es indispensable. Necesitamos de vosotros para preparar el Sínodo que en octubre reunirá a los obispos sobre el tema Los jóvenes y el discernimiento vocacional. En muchos momentos de la historia de la Iglesia, así como en numerosos episodios bíblicos, Dios ha querido hablar por medio de los más jóvenes: pienso, por ejemplo, en Samuel, en David y en Daniel. A mí me gusta mucho la historia de Samuel, cuando escucha la voz de Dios. La Biblia dice: «En aquella época no había costumbre de escuchar la voz de Dios. Era un pueblo desorientado». Fue un joven quien abrió la puerta. En los momentos difíciles, el Señor hace ir adelante la historia con los jóvenes. Dicen la verdad, no tienen vergüenza. No digo que son «desvergonzados» sino que no tienen vergüenza y dicen la verdad. Y David desde joven empieza con esa valentía. También con sus pecados. Porque es interesante, todos estos no han nacido santos, no han nacidos justos, modelos para los demás. Son todos hombres y mujeres pecadores y pecadoras, pero que han sentido el deseo de hacer algo bueno, Dios les ha empujado y han ido adelante. Y esto es muy bonito. Nosotros podemos pensar: «Estas cosas son para las personas justas, para los sacerdotes y para las monjas». No, es para todos. Y vosotros jóvenes más todavía, porque tenéis mucha fuerza para decir las cosas, para escuchar las cosas, para reír, también para llorar. Nosotros adultos muchas veces, muchas veces, hemos olvidado la capacidad de llorar, nos hemos acostumbrado: «El mundo es así... que se las arreglen». Y vamos adelante. Por esto os exhorto, por favor: sed valientes en estos días, decid todos lo que os viene; y si os equivocáis, otro os corregirá. ¡Pero adelante, con valentía!

1. Demasiado a menudo se habla de jóvenes sin dejarse interpelar por ellos. Cuando alguno quiere hacer una campaña o algo, ah, ¡alabanza a los jóvenes! ¿No es así?, pero no permite que los jóvenes le interpelen. Alabar es una forma de contentar a la gente. Pero la gente no es tonta o estúpida. No, no lo es. La gente entiende. Solamente los tontos no entienden. En español hay un dicho bellísimo que dice: «Alaba al tonto y lo verás trabajar ». Darle palmadas en la espala y él estará contento, porque es tonto, no se da cuenta. ¡Pero vosotros no sois tontos! También los mejores análisis sobre el mundo juvenil, incluso siendo útiles —son útiles—, no sustituyen la necesidad del encuentro cara a cara. Hablan de la juventud de hoy. Buscad por curiosidad en cuántos artículos, cuántas conferencias, se habla de la juventud de hoy. Quisiera deciros una cosa: ¡la juventud no existe! Existen los jóvenes, historias, rostros, miradas, ilusiones. Existen los jóvenes. Hablar de la juventud es fácil. Se hacen abstracciones, porcentajes... No. Tu rostro, tu corazón, ¿qué dice? Intervenir, sentir a los jóvenes. A veces, evidentemente, vosotros no sois, los jóvenes no son el premio Nobel de la prudencia. No. A veces hablan «con la bofetada». La vida es así, pero es necesario escucharlos.

Alguno piensa que sería más fácil teneros «a distancia de seguridad», para no dejarse provocar por vosotros. Pero no basta intercambiar algún mensaje o compartir fotos simpáticas. ¡A los jóvenes hay que tomárselos en serio! Pero parece que están rodeados de una cultura que, si por una parte idolatra la juventud tratando de no dejarla pasar nunca, por la otra excluye muchos jóvenes del ser protagonistas. Es la filosofía del maquillaje. Las personas crecen y tratan de maquillarse para parecer más jóvenes, pero a los jóvenes no les deja crecer. Eso es muy común. ¿Por qué? Porque no se dejan que sean interpelados. Es importante. A menudo sois marginados por la vida pública ordinaria y os encontráis mendigando trabajos que no os garantizan un mañana. No sé si esto sucede en todos vuestros países, pero en muchos... Si no me equivoco la tasa de desempleo juvenil aquí en Italia desde los 25 años hacia abajo es del 35%. En otro país de Europa, fronterizo con Italia, 47%. En otro país de Europa cerca de Italia, más del 50%. ¿Qué hace un joven que no encuentra trabajo? Se enferma —la depresión—, cae en las dependencias, se suicida —hace pensar: las estadísticas de suicidio juvenil todas son maquilladas, todas—, hace el rebelde —pero es una forma de suicidarse— o toma un avión y va a una ciudad que no quiero nombrar y se enrola en el Isis o en uno de estos movimientos guerrilleros. Al menos tiene un sentido vivir y tendrá un sueldo mensual. ¡Y esto es un pecado social! La sociedad es responsable de esto. Pero yo quisiera que seáis vosotros los que digáis las causas, los porqués, y no digáis: «Yo tampoco sé bien el porqué». ¿Cómo vivís vosotros este drama? Nos ayudaría mucho. Demasiado a menudo sois dejados solos. Pero la verdad es también el hecho que vosotros sois constructores de cultura, con vuestro estilo y vuestra originalidad. Es un alejamiento relativo, porque vosotros sois capaces de construir una cultura que quizá no se ve, pero va adelante. Este es un espacio que nosotros queremos para escuchar vuestra cultura, la que vosotros estáis construyendo. En la Iglesia —estoy convencido— no debe ser así: cerrar la puerta, no escuchar. El Evangelio nos lo pide: su mensaje de proximidad invita a encontrarnos y confrontarnos, a acogernos y amarnos en serio, a caminar juntos y compartir sin miedo. Y esta reunión presinodal quiere ser signo de algo grande: la voluntad de la Iglesia de ponerse a la escucha de todos los jóvenes, ninguno excluido. Y esto no para hacer política. No para una artificial «joven-filia», no, sino porque necesitamos entender mejor lo que Dios y la historia nos están pidiendo. Si faltáis vosotros, nos falta parte del acceso a Dios.

2. El próximo Sínodo nos propone en particular desarrollar las condiciones para que los jóvenes estén acompañados con pasión y competencia en el discernimiento vocacional, es decir en el «reconocer y acoger la llamada al amor y a la vida en plenitud » (Documento preparatorioIntroducción). Todos nosotros tenemos esta llamada. Vosotros, en la fase inicial, sois jóvenes. Esta es la certeza de fondo: Dios ama a cada uno y a cada uno dirige personalmente una llamada. Es un don que, cuando se descubre, llena de alegría (cf. Mateo 13, 44-46). Estad seguros: Dios confía en vosotros, os ama y os llama. Y de su parte no fallará, porque es fiel y cree realmente en vosotros. Dios es fiel. Para los creyentes digo: «Dios es fiel». Os dirige la pregunta que un día hizo a los primeros discípulos: «¿Qué buscáis?» (Juan 1, 38). También yo, en este momento, os dirijo la pregunta, a cada uno de vosotros: «¿Qué buscas? Tú, ¿qué buscas en tu vida?». Dilo, nos hará bien escucharlo. Dilo. Necesitamos esto: escuchar vuestro camino en la vida. ¿Qué buscas? Os invita a compartir la búsqueda de la vida con Él, a caminar juntos. Y nosotros, deseamos hacer lo mismo, porque no podemos hacer otra cosa que compartir con entusiasmo la búsqueda de la verdadera alegría de cada uno; y no podemos tener solo para nosotros a Quien nos ha cambiado la vida: Jesús. Vuestros coetáneos y vuestros amigos, incluso sin saberlo, esperan también ellos una llamada de salvación.

3. El próximo Sínodo será también un llamamiento dirigido a la Iglesia, para que redescubra un renovado dinamismo juvenil. He podido leer algunos e-mails del cuestionario puesto online por la Secretaría del Sínodo y me ha conmovido el llamamiento lanzado por varios jóvenes, que piden a los adultos estar cerca de ellos y ayudarles en las elecciones importantes. Una joven ha observado que a los jóvenes les faltan puntos de referencia y que nadie les estimula a activar los recursos que tienen. Después, junto a los aspectos positivos del mundo juvenil, ha subrayado los peligros, entre los cuales el alcohol, la droga, una sexualidad vivida de forma consumista. Son dependencias, ¿no? Y ha concluido casi con un grito: «Ayudad a nuestro mundo juvenil que se está desmoronando cada vez más». No sé si el mundo juvenil se está desmoronando cada vez más, no lo sé. Pero siento que el grito de esta chica es sincero y requiere atención. Os toca a vosotros responder a esta chica, dialogar con esta chica. Es una de vosotros y es necesario ver esta «bofetada» que nos da, dónde nos lleva. También en la Iglesia tenemos que aprender nuevas modalidades de presencia y de cercanía. Es muy importante. Me viene a la mente cuando Moisés quiere decir al Pueblo de Dios cuál es el punto central del amor de Dios. Y dice: «Pensad: ¿qué pueblo ha tenido un Dios tan cercano?». El amor es cercanía. Y ellos, los jóvenes de hoy piden a la Iglesia cercanía. Vosotros cristianos, vosotros que creéis en la cercanía de Cristo, vosotros católicos, sed cercanos, no lejanos. Y vosotros sabéis bien que hay muchas, muchas formas de alejarse, muchas. Todas educadas, de guante blanco, pero tomar distancia para no ensuciarse las manos. Los jóvenes hoy nos piden cercanía: a los católicos, a los cristianos, a los creyentes y a los no creyentes. A todos. Y al respecto, un joven contó con entusiasmo su participación en algunos encuentros con estas palabras. Así dice: «Lo más importante ha sido la presencia de religiosos entre nosotros jóvenes como amigos que nos escuchan, nos conocen y nos aconsejan». Hombres y mujeres consagrados que son cercanos. Escuchan, conocen y a quien pide consejo, aconsejan. Yo conozco a alguno de vosotros que hace esto. Me viene a la mente el espléndido Mensaje a los jóvenes del Concilio Vaticano II. Es también hoy un estímulo para luchar contra cada egoísmo y para construir con valor un mundo mejor. Es una invitación a buscar nuevos caminos y a recorrerlos con audacia y confianza, teniendo fija la mirada en Jesús y abriéndose al Espíritu Santo, para rejuvenecer el mismo rostro de la Iglesia. Porque está en Jesús y en el Espíritu Santo que la Iglesia encuentre la fuerza de renovarse siempre, cumpliendo una revisión de vida sobre su modo de ser, pidiendo perdón por sus fragilidades e inadecuaciones, no ahorrando energías para ponerse al servicio de todos, con el único intento de ser fieles a la misión que el Señor le ha confiado: vivir y anunciar el Evangelio.

4. Queridos jóvenes, el corazón de la Iglesia es joven precisamente porque el Evangelio es como una linfa vital que la regenera continuamente. Está en nosotros ser dóciles y cooperar en esta fecundidad. Y todos vosotros podéis colaborar con esta fecundidad: seáis cristianos católicos o de otras religiones o no creyentes. Os pedimos colaborar en nuestra fecundidad, en dar vida. Lo hacemos también en este camino sinodal, pensando en la realidad de los jóvenes de todo el mundo. Tenemos necesidad de reapropiarnos del entusiasmo de la fe y del gusto de la búsqueda. Necesitamos encontrar en el Señor la fuerza de reponernos de los fracasos, de ir adelante, de reforzar la confianza en el futuro. Y necesitamos atrevernos a nuevos caminos. No os asustéis: atreverse a nuevos caminos, incluso si ello comporta riesgos. Un hombre, una mujer que no arriesga, no madura. Una institución que hace elecciones para no arriesgar permanece niña, no crece. Arriesgad, acompañados de la prudencia, del consejo, pero id adelante. Si no arriesga, ¿sabéis lo que le sucede a un joven? ¡Envejece! ¡Se jubila a los 20 años! Un joven envejece y envejece también la Iglesia. Lo digo con dolor. Cuántas veces encuentro comunidades cristianas, también de jóvenes, pero viejas. Han envejecido porque tenían miedo. ¿Miedo de qué? De salir, de salir hacia las periferias existenciales de la vida, de ir allá donde se juega el futuro. Una cosa es la prudencia, que es una virtud, pero otra es el miedo. Necesitamos de vosotros, jóvenes, piedras vivas de una Iglesia de rostro joven, pero no maquillado, como he dicho: no rejuvenecido artificialmente, sino reavivado desde dentro. Y vosotros nos provocáis salir de la lógica del «siempre se ha hecho así». Y esa lógica, por favor, es un veneno. Es un veneno dulce, porque te tranquiliza el alma y te deja como anestesiado y no te deja caminar. Salir de la lógica del «siempre se ha hecho así» para permanecer de forma creativa en la estela de la auténtica Tradición cristiana, pero de forma creativa. Yo, a los cristianos, les recomiendo leer el Libro de los Hechos de los Apóstoles: la creatividad de aquellos hombres. Esos hombres sabían ir adelante con una creatividad que si nosotros hiciéramos la traducción a lo que significa hoy, ¡nos asusta! Vosotros creáis una cultura nueva, pero estad atentos: esta cultura no puede ser «desarraigada». Un paso adelante, ¡pero mira las raíces! No vuelvas a las raíces, porque terminarás enterrado: da un paso adelante, pero siempre con las raíces. Y las raíces —esto, perdonadme, lo llevo en el corazón— son los ancianos, son los buenos ancianos. Las raíces son los abuelos. Las raíces son los que han vivido la vida y a los que esta cultura del descarte descarta, no sirven, les echa. Los ancianos tienen ese carisma de llevar las raíces. Hablad con los ancianos. «Pero, ¿qué diré?» ¡Prueba! Recuerdo en Buenos Aires, una vez, hablando con los jóvenes, dije: «¿Por qué no vais a una casa de reposo a tocar la guitarra a los ancianos que están allí?» —«Pero, Padre...» —«Id, una hora solamente». [Se quedaron] ¡más de dos horas! No querían salir, porque los ancianos estaban así [un poco adormecidos], escucharon la guitarra y se despertaron, despertaron, despertaron y comenzaron [a hablar] y los jóvenes escucharon cosas que les tocaron dentro. Tomaron esta sabiduría y fueron adelante. Esto el profeta Joel lo dice muy bien, muy bien. En el capítulo tercero. Para mí, esta es la profecía de hoy: «vuestros ancianos soñarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones». Necesitamos jóvenes profetas, pero estad atentos: nunca seréis profetas si no tomáis los sueños de los ancianos. Es más: si no vais a hacer soñar a un anciano que está allí, aburrido porque nadie lo escucha. Haced soñar a los ancianos y esos sueños os ayudarán a ir adelante. Joel 3, 1. Leed esto, os hará bien. Dejaos interpelar por ellos.

Para sintonizar sobre la longitud de las jóvenes generaciones es de gran ayuda un diálogo conciso. Os invito entonces, en esta semana, a expresaros con franqueza y con toda libertad, lo he dicho y lo repito. Con la «cara dura». Sois los protagonistas y es importante que habléis abiertamente. «Pero me da vergüenza, me escuchará el cardenal... ». Que escuche, está acostumbrado. Os aseguro que vuestra contribución será tomada en serio. Ya desde ahora os digo gracias; y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Y aquellos que no pueden rezar, porque no saben rezar, que por lo menos me piensen bien. Gracias.